
Los publicitados lentes de Google se dejaron de vender el año pasado dejando atrás el proyecto catalogado en su momento como el más innovador de todos los tiempos. La empresa anunció que volvería con una nueva versión, lo cierto es que, desde el principio, dicho dispositivo habría estado condenado a ser una pieza de colección. Vamos a analizar las lecciones que nos deja este lanzamiento fallido.
El precio justo
A veces, sentirse en una posición de privilegio a nivel tecnológico puede ser contraproducente. Según algunos especialistas, el costo unitario de los lentes de google habría rondado los 200 – 250 dólares. La compañía vendió sus primeras unidades en la friolera suma de 1,500 dólares, lo que suponía un margen por demás holgado. Esta situación hizo que aparecieran en el mercado diversos competidores ofreciendo productos con similares características por una fracción del precio, entre 400 y 700 dólares. Cobrar un precio tan elevado generó dos situaciones que fueron letales: una baja barrera de ingreso para la competencia y la sensación de malestar entre el público consumidor al sentirse timado.
Di siempre la verdad
No hay nada peor que la decepción final de un consumidor respecto al producto que le generó mucha expectativa; eso es exactamente lo que pasó con los lentes de Google que fueron promocionados como el futuro en tus manos y solo fue apenas algo más que una pantalla para acomodar en la cabeza, bastante lejos de la realidad aumentada que se promocionaba. La batería solo permitía filmar algo más de media hora de video y tenía una muy limitada capacidad de almacenamiento.
El diseño lo es todo
Dejando de lado por un momento las funciones propias del producto que pueden ser muy revolucionarias, lo cierto es que el diseño de los lentes de Google no era de lo más sofisticado. Ya ni a los hípster les resultaba atractivo usar ese dispositivo que empezó a ser mal visto y a avergonzar a quienes lo usaban por las calles. Lo peor llegaría después cuando aparecerían grupos enteros de consumidores que odiaban el producto, llegando a denominar como un Glasshole a todo aquel que disponía de un par de ellos. Por eso, hay que asegurarse que el diseño del producto identifique plenamente al usuario al que está destinado, si no existe esa conexión está condenado al fracaso.
Todo a su tiempo
Muchas veces sucede que el producto no es necesariamente un problema per se, sino, más bien, que no es el momento adecuado para comercializarlo. Podemos mencionar numerosos ejemplos de productos que no funcionaron en su momento pero que años después tuvieron la repercusión esperada: En el año 1995, Nintendo presentaba el “Virtual Boy”, unos lentes de realidad virtual que nunca despegaron; más de veinte años después, estos dispositivos han despertado el interés del mundo entero. En el 2004, antes de la llegada de los smartphone, Microsoft presentaba su versión de un reloj inteligente, sin mayor éxito. Finalmente, la empresa de Mountain View lanzó años antes Google Video, un predecesor de Youtube que no llegó a trascender.