
Un término muy utilizado tanto por los contadores como por todo aquel profesional vinculado al control de un presupuesto es el del gasto corriente. Es muy probable que lo hayas escuchado más de una vez y que no sepas bien de qué se trata. Esta vez vamos a despejar tus dudas y te lo vamos a explicar de una manera fácil de entender.
¿De qué se trata el gasto corriente?
El gasto corriente es una forma de clasificación de los egresos que suele ser utilizado en dos distintas circunstancias: en el sector público, como una operación contable y en la economía familiar, como una clasificación de las salidas de dinero. Ambas maneras son parecidas y permiten un mayor orden al momento de determinar los resultados financieros. A continuación te explicamos cada una de ellas.
El gasto corriente en el sector público
La estructura administrativa del sector público se sostiene mediante la elaboración y ejecución del presupuesto anual, en el cual se plasman las proyecciones de ingresos y egresos que se esperan tener en el siguiente ejercicio. Los ingresos provienen, en su mayoría, de la recaudación de impuestos, mientras que los egresos están relacionados con distintas categorías entre las que se encuentran los gastos propios de la administración, gastos en infraestructura, de capital, entre otros. De los egresos, se consideran gastos corrientes a aquellos que están destinados a la compra de insumos, bienes y servicios que son esenciales para la función administrativa como el pago de planillas de los empleados o la compra de herramientas o utensilios, principalmente.
El gasto corriente en la economía familiar
En la economía doméstica o familiar, la clasificación de gasto corriente es parecida a la que se considera en el sector público; es decir, son todos aquellos egresos que son ejecutados de manera periódica y que son necesarios para la administración de nuestro hogar, aunque no deben confundirse con los gastos fijos que son obligatorios mes a mes. Ejemplos claros de gastos corrientes en la economía familiar son las compras del supermercado, transporte o combustible para el auto, los gastos médicos, vestimenta, peluquería, mantenimiento o reparaciones, entre otros. Los gastos destinados al ocio o a la diversión tampoco deben ser considerados como gastos corrientes ya que son eventuales y pueden ser perfectamente prescindibles.
Cómo optimizar este tipo de gasto
Como habrás notado, en la economía familiar no es tan fácil controlar el gasto fijo ya que son obligaciones adquiridas previamente y que se tienen que efectuar sí o sí todos los meses. Por el contrario, los gastos corrientes pueden ser modificados si cambiamos nuestros hábitos de consumo a fin de disminuirlos y mejorar nuestra liquidez. Aunque son muchas las formas de restringir nuestros gastos corrientes, todo empieza por establecer prioridades de acuerdo a nuestros ingresos mensuales. Elabora un presupuesto y determina cuáles son los gastos imprescindibles y cuáles son los que puedes racionalizar; disciplínate en respetarlo y ya verás que, en muy poco tiempo, tus finanzas a fin de mes mejorarán notablemente.